La única manera en este momento de explicarte cuanto sentimiento
puede encerrar en mi vida ese simple sustantivo es través de estas letras. Es
probablemente lo más cerca que puedo y podría tenerte desde aquel día que llegué
a ser tu felicidad más grande y no me tuviste contigo. No me cargaste y mucho
menos tuviste la dicha de oírme llorar. Yo tampoco te tuve conmigo pero era
demasiado pequeño como para entenderlo. Ahora, 25 años después sigo sin
hacerlo. No intentes hacerte demasiadas preguntas sobre el por qué ahora y mis
razones, solo te pido que imagines que me escuchas frente a ti dejando
solamente a mi corazón de protagonista y tus ojos siendo mi guía sobre cómo
logramos sin esfuerzo ser felices.
Despertar todos los días preguntándome quién
eres y dónde estás se siente infinitamente triste. Triste como los días grises
cuando va a llover que tanto detesto. Me imagino que si estuvieras aquí, serían
días soleados con el cielo tan azul que nunca me canso de admirar porque
formarías parte de su inmensidad. Inevitablemente sigues siendo mi secreto más
oculto hasta ahora. También el más preciado y desconocido. Lo guardo con recelo
y no hablo mucho de ello con nadie; bueno, hasta ahora.No hay manera de explicarte
la impotencia que me da saber que existes en algún lugar y no estás aquí. Aquí
donde te he pensado, necesitado, y hasta por momentos olvidado. La soledad
puede llegar a ser traicionera.
Me pregunto cuánto tiempo más seguirás siendo
el pensamiento más efímero, una sonrisa que duele cuando me preguntan por ti y
mis lágrimas repetidas cada cuanto te he extrañado, papá. Quisiera que sepas de
mí lo que todos y nadie conocen. Te has perdido 25 años de una vida que no supo
nada de ti. Un vida que anhela incluirte en ella pero sigues ausente… Ausente
cuando pudiste ser mi cómplice, mi mejor amigo, mi modelo a seguir, mi papá. El
tiempo parece gritarme que nunca llegarás. ¡Qué duro es no tenerte aquí! Te
aseguro que ahora después de saber la verdad, la esperanza y el anhelo inherente
de tu ser se convierten en una nueva oportunidad. Una razón más por la cual se
podría completar mi felicidad. ¡No tienes idea de lo infeliz que llegué a
sentirme! Durante muchos años le regalé aquel sustantivo que me pertenece a un
hombre a quien no le interesaba ni mi nombre.
Cuando cumplí 20 años la verdad
me golpeó a sangre fría cuando me dijeron que quien yo pensaba era mi papá, no
lo era. ¿Cómo alguien pudo mentirme de esa forma? ¿Cómo se vive guardando el
dolor ajeno? Dolió tanto estos años que ahora se ha esfumado cabizbajo. Así fue
como me quitaron la inocencia de mi ser. Me robaron la verdad absoluta de mi
vida. Me sacudieron el mundo hacia abajo llevándose todas las ilusiones
posibles; se ahogaron en noches de llanto por la vil mentira siempre de
protagonista. Me desvistieron el alma y la golpearon hasta dejarla inmune a
todo. He aprendido a vivir con esa secuela pero aquí estoy, buscando recuperar
una parte de mi existencia que merecer finalmente ser feliz. No entiendo como a
todos les has preguntado por mí menos a quien más le importa saber de ti.
Todavía no sé cómo extrañarte. Te extraño porque es lo que siento pero, es
extrañar lo que no tengo, lo que no conozco. ¿Cómo es posible quererte? Solo sé
que es posible. Te digo con toda honestidad que no estoy preparado para verte
ahora pero tampoco quiero despedirme para siempre. Es que despedirme y siempre
ni siquiera deberían estar en la misma oración. Desearía que tú y yo sí. Te
seguiré dedicando mis pensamientos cada cuanto cuando me haces falta. Me
prometí a mí mismo seguir adelante aunque el destino no me permita alcanzarte
y, jamás olvides lo más bonito de esta retorcida historia; en todo momento,
seguiré siendo tu hijo. Te amo ahora y siempre papá. Te amo hoy y hasta el día
de mi suerte si es que finalmente logre conocerte.
El gran Sebastián.