El miedo, la agresión
y el rechazo pueden ser mortales
Vida dentro del
closet
Si bien
es cierto que la homosexualidad se ha expandido considerablemente en muchos
países y, quienes viven libremente su condición profesan su felicidad, hay
otros que se han visto obligados a esconderse bajo esa realidad indiscutible
que los agobia y que va de la mano con la presión social de hacer lo correcto.
Leonardo Rodríguez.
En países de América y Europa actualmente, la
homosexualidad se vive libremente en parejas del mismo sexo con la misma
normalidad que se desarrolla una pareja o un individuo heterosexual. Venezuela,
es un país que desafortunadamente no corre con la misma suerte de poder
demostrar esa libertad que caracteriza de alguna forma a los homosexuales. No
tan explícitamente.
El tercermundismo que nos caracteriza y en el
que vivimos, quizás sea una de las razones principales por la que aún el
homosexual promedio no es aceptado de forma libre dentro de la comunidad. A simple
vista parece que la falta de cultura sigue consumiendo a la sociedad y
arrastrándola hacia un abismo que del que no se puede regresar jamás.
Si bien es cierto que nuestro país es
conocido su gente feliz, personas con un carisma inigualable y una hospitalidad
envidiable, hay aspectos humanos de una considerable y alarmante parte de la
población que lamentablemente deja muchísimo que desear con respecto a la
aceptación que debemos darnos como seres humanos libres de hacer lo que
queremos y seguir nuestros ideales.
El ser humano por ley o derecho de vida al
desarrollarse como individuo pensante, tiene la potestad de manifestar su forma
de vida libremente sin críticas o desprestigio por parte de cualquier persona.
Cada individuo es autónomo en sus decisiones y puede vivir como así lo elija.
Los homosexuales han decidido vivir felices por mucho tiempo como lo hacen lo
demás aunque erróneamente muchos lo consideran una aberración.
¿Por qué no es posible vivir abiertamente la
vida que deseas y con la que te sientes cómodo siendo exactamente quién eres?
Por increíble que parezca, aún hay personas que aceptan y apoyan esta premisa y
no les afecta de ninguna forma que cada individuo sea ante cualquier situación
tal y como es.
Es envidiable para muchos la forma en que la
homosexualidad es aceptada con tanta normalidad como debería en otros países;
no existe mayor inconveniente si deseas salir a la calle con tu pareja y
comportarse como tal. Son muchas otras culturas, formas de pensar mucho más
liberales y que apoyan la igualdad de condiciones.
El hecho de estar consciente de lo que eres,
tener que vivir con ello a escondidas y no sentirte feliz contigo mismo porque
debes mostrar una cortina de emociones y posturas que no van contigo, es la
forma de vida que una gran cantidad de jóvenes, hombres y hasta adultos mayores
han debido poner en práctica para sobrellevar lo que la sociedad define como
una vida normal.
La presión social se manifiesta de todas las
maneras posibles sobre el individuo y más aún cuando se trata de un vínculo
sanguíneo y el círculo social de amigos más cercanos. Crecer practicando
deportes, exhibir una novia cuando estás en la universidad, la noticia de que
te casarás y finalmente que tus padres serán abuelos, son considerados pasos
importantes en la vida del hombre heterosexual promedio.
¿Qué pasa cuando los elementos anteriormente
mencionados son aplicados pero detrás de ese individuo hay una vida alternativa
y secreta? La historia del doctor Mario Fernández es una de esas que no la
puedes creer y directamente lo juzgarías por ello. A sus 66 años y con una
esposa y dos hijos, Mario ha estado buscando fuera de su casa otro tipo de
felicidad. Comenta que a pesar de sentirse feliz con su familia, hay algo que
le impide serlo plenamente; su homosexualidad.
“Una
tarde al salir de mi consultorio me dirigí a un centro comercial de la ciudad
donde siempre voy a cortarme el cabello. Mientras esperaba mi turno se me
acercó un muchacho bien parecido y de baja estatura; parecía un poco alterado y
me preguntó la dirección de un lugar y al instante le respondí la ubicación.
Comenzó a explicarme luego que estaba recién llegado a la ciudad y no conocía
nada. Estuvimos hablando un buen rato luego de mi respectivo corte de cabello y
el muchacho me inspiró tanta confianza y debo decir que me deslumbró un poco,
así que me arriesgué y me ofrecí a llevarlo al lugar por el que me había
preguntado. En el camino la conversación se tornó más confianzuda al punto de
que me fui del lugar con su número de teléfono. Mi posición de ser un doctor
reconocido no me permitió intercambiar el mío así que yo le dije que lo
llamaría. Estuve tan ocupado durante los siguientes días que casi olvidé llamar
al muchacho. Una tarde al salir del consultorio mi esposa me pidió que le
llevara algo y tuve que ir a un centro comercial por ello. Sin imaginármelo lo
volví a ver. Nuevamente me deslumbró pero traté de esquivarlo porque no quería
que me saludara delante de todos así que bajé y lo llamé para vernos en el
estacionamiento. Así fue, hice lo que tenía que hacer y luego estuvimos dentro
de mí carro por un rato hablando. El chico comenzó a decirme que yo le parecía
muy atractivo y muchas cosas que a mi edad no estaba tan acostumbrado a
escuchar pero que me llenaban de cierta forma. Al minuto siguiente ya estábamos
besándonos con un afán impresionante que lo detuvo una llamada de mi esposa
para preguntarme dónde estaba con lo que me pidió. Aunque estaba bastante
retrasado ya sin una excusa pensada, decidí llevarlo a su residencia y partir a
mi hogar. Los días siguientes fueron excelentes. Me inventé varias reuniones y
emergencias de trabajo para ir a su casa y almorzar con él. Lo hice por varias
semanas y todo parecía marchar muy bien hasta una tarde que al salir de mi
consultorio mi esposa me llamó para citarme en un café y charlar conmigo.
Normalmente no hacíamos eso los días de semana pero igualmente fui. Cuando
llego al lugar y miro a mi esposa sentada junto al muchacho con quien había
estado compartiendo durante ese corto tiempo fue una sensación que aún trato de
descifrar. Sentí que mi vida y todo lo que había construido se derrumbó en un
segundo. Pensé en que mis hijos ya lo sabían y me odiarían siempre. Caminé
exaltado y le dije a mi esposa: ¡Vámonos! No tenemos nada que hacer aquí, a lo
que ella respondió increíblemente calmada: ¡No! No nos iremos aún. Siéntate y
me cuentas este circo barato. Yo insistí en irnos sin mirar a aquel muchacho.
La convencí de irnos y en el camino a casa fue la primera vez que no estaba
feliz por llegar y ver a mis hijos. Mi esposa se encargó de destruirme en menos
de 20 minutos y yo solo estaba sentado con la cabeza abajo como un niño
chiquito. Yo los engañé así que no tenía excusas en ese momento a pesar de que
solo quería abrazarlos y decirle que los amaba más que a mi vida. Mis hijos de
9 y 16 años respectivamente, no estaban preparados aún para asumir una noticia
tan fuerte como esa; mi esposa lamentablemente se encargó de ponerlos en mi
contra y me pidió que me fuese de la casa que yo había comprado para ellos. Me
tocó vivir en un hotel durante 3 meses hasta que conseguí una habitación para
alquilar. Pasaron 8 meses sin ver a mis hijos y decidí buscar a mi esposa
nuevamente para ver si el tiempo la había calmado. Fui a la casa y
sorprendentemente pude sentarme a hablar con ella como dos adultos mayores que
somos. Mis únicas palabras fueron: Yo te amé muchísimo y no me arrepiento de
casarnos y menos de mis hijos; ellos son mi vida. Perdóname y por favor no me
separes de ti ni de ellos. Mi esposa con lágrimas en los ojos me expresó su
dolor pero a final de cuentas sus palabras de entendimiento hacia mi fueron
algo que definitivamente no me esperaba en ningún momento. Ella decidió irse de
la casa aunque le pedí que no lo hiciera pero así lo quiso y se llevó a los niños.
Me despedí de ellos y les dije que no me olvidaran jamás y que su papi estaría
siempre que ellos lo necesitaran. Vivir solo en una casa con tantos recuerdos
no fue nada fácil pero pude sobreponerme poco a poco. Había olvidado por
completo a aquel muchacho que me hizo sentir vivo pero me arruinó la vida. Lo
llamé y solo le pregunté ¿Por qué? Él solo me dijo que me amaba y que no podía
compartirme con otra persona y menos con una mujer. Sacudí el teléfono y
comencé a llorar por unos minutos. Esa experiencia a pesar de las cosas malas
que me trajo y el dolor que me causó con mis hijos, me enseñó el camino de mi
felicidad. Ahorita puedo decir que soy gay sin balbucear y sintiéndome feliz y
conforme con el hombre que soy hoy en día además de la educación que les di a
mis hijos. Ellos ahorita tienen 20 y 26 años cada uno, el tiempo fue perfecto
para que me perdonaran aquellos tristes momentos y mis hijos me dicen
diariamente que me aman y que soy el mejor papá del mundo. No hay nada que me
haga más feliz que eso”.
Así como la reveladora historia de Mario, es
prudente pensar que hay muchísimos casos similares en hombres con una doble
vida que llegan a la única conclusión de no permitirles ser felices como ellos
realmente quisieran. Salir del closet y abrirte a la sociedad no es una
decisión fácil pero que te podría cambiar la vida de forma positiva solo por el
hecho de que lo más importante de tu vida eres tú mismo y la felicidad que te
pertenece.
La sociedad venezolana por cuestiones de
cultura es demasiado crítica y destructiva al momento de hacer referencias
sobre algo y ente caso a alguien. Juzgar a un individuo por cualquiera que sea
su condición no solamente gay sino que se conoce discriminación por raza, color
de piel, religión y actualmente está de moda juzgar por hasta por los gustos
musicales.
Dios nos dio la vida a cada uno de nosotros
y, el tiempo y el espacio que ocupamos dentro de la sociedad no nos dan razón
ni nos permite creernos inferiores a otro ser humano como para criticar o
condenar una condición de vida con la que cada persona decide vivir. El respeto
mutuo conlleva a superar tanta ignorancia que existe no solo en este país sino
en todo el mundo.
Un punto relevante dentro de la problemática
que existe actualmente en las sociedades desarrolladas y subdesarrolladas sobre
la aceptación de la homosexualidad, lleva a estudiar todas las posibilidades
existentes que ameritan preguntarse a partir de qué edad un individuo siente la
necesidad de expresarse libremente con la condición que lo caracteriza y que se
siente más cómodo.
El miedo al rechazo públicamente, los
insultos y la agresión física, son situaciones que el gay de closet intenta
evitar de cualquier forma. En muchos casos al mirar historias de otras personas
que intentaron rebelarse y que solo lograron que la sociedad les diera la
espalda, solo hacen más difícil el ideal de abrirse paso a una vida libre donde
cada quien pueda ser lo que quiera ser.
No es para nada exagerado decir que todos
esos elementos que conllevan a una depresión por parte del individuo debido a
un incontrolable miedo por el qué dirán, puede llegar a extremos inimaginables.
Solo la conducta del rechazo en una persona es suficiente para que esta tome
acciones en contra de si mismo porque la presión no pudo ser controlada y prefieren
de alguna forma desaparecer. Se suicidan.
Mientras siga existiendo tanta pobreza y falta de estudios que no
contrarresten el grado de ignorancia tan extremo con el que se vive en
Venezuela, las sociedades y ésta en particular no permitirán el derecho de una
vida libre sobre las personas homosexuales.
Tristemente las generaciones se
verán en la necesidad de seguir escudando sus ideales bajo una postura que no
es precisamente la que quisieran adoptar o tomar como bandera de vida. Vivir a
plenitud y luchar por las cosas que se quieren lograr para ser felices es una
buena manera de comenzar. El que no arriesga no gana.